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Mandos en el deporte: presidencialismo vs colaboracionismo


Presidencialismo

Vivimos un siglo XXI lleno de múltiples transformaciones en el ámbito empresarial y también en el deportivo que provocan que los modelos de dirección de equipos de la juntas directivas de los clubes deportivos no profesionales sigan siendo fuente de análisis y reflexión. En su mayoría cuentan con estructuras amateurs en el cuadro de mando pero su funcionamiento viene a ser muy similar al de un comité de dirección en una mediana empresa. La pregunta que nos hacemos es la siguiente: ¿existe algún modelo óptimo en el mundo del deporte?.

Actualmente si desgranamos las estructuras directivas no profesionales que viven en deportes como el fútbol, basket, balonmano o rugby, podemos extraer una primera conclusión: son volátiles e inestables.

Contados son los casos que de una temporada a otra repite la misma junta, copiando los modelos empresariales, hay cambios, entran y salen personas en diversos puestos con el fin de impulsar áreas con debilidades no resueltas.


Sin embargo, la gran diferencia está en que en el deporte amateur, son padres, madres, amigos de confianza quienes de forma altruista dedican su tiempo libre a una entidad deportiva que apenas devuelve nada a cambio, mientras que en el mundo empresarial, está en juego tu salario.


Dos modelos en liza


Actualmente, los consultores de organizaciones deportivas nos encontramos dos modelos tipo que rigen internamente un club: el presidencialista y el colaborativo. Ambos tienen virtudes y defectos pero tienen como objetivo mantener en pie su proyecto y hacerlo crecer en coherencia con el contexto en el que viven.


El presidencialismo es una forma de dirigir una entidad deportiva, basado en la figura de un presidente que necesita tener todo controlado y cuyas decisiones marcan el rumbo de un club deportivo. Suelen ser figuras de muchos años en el puesto, sin ánimo de ceder, y con juntas directivas muy técnicas y carentes de competencias en iniciativa, comunicación o trabajo en equipo. Digamos que cada persona tiene un rol administrativo y de gestión muy asumido sin necesidad de aportar nada más.


Puede parecer un modelo altamente negativo para el desarrollo y la transformación de una entidad, que en este caso creo que lo es, pero sin embargo perpetúa proyectos que si son de calidad alta en el ámbito deportivo, nunca cuestionarán al presidente que lleva muchos años y promete estar unos cuantos más controlando y ejerciendo su poder. Sólo dependerá de que el balón entre en la portería, en el cesto o entre palos y cuando venga alguna crisis en el área deportiva, no tendrá reparos en destituir y fichar.


Además, suelen ser presidentes con unas excelentes relaciones externas tanto en el ámbito público como en el privado, siendo capaces de asegurar presupuestos por temporada sin tener que desplegar grandes esfuerzos.


colaboracionismo

El colaboracionismo es otra forma de dirigir, en la que la figura de la entidad es una junta directiva con alto grado de compromiso y dedicación en la que el presidente es un elemento más en el tablero, casi testimonial. No suelen ser de un alto número de personas, pero sí tienen roles con un desarrollo competencial más influyente capaces de generar ideas de crear y cambiar situaciones. Como todo cuadro de mando abierto a la escucha y a la toma de decisiones transversales, corre el riesgo de que en la propuesta aplaudida y aprobada el exceso de esfuerzo sobre la misma deje a sus protagonistas por el camino.


Este momento de dudas puede ser evitado, siempre y cuando cada directivo esté rodeado de personas activas y ágiles en las áreas correspondientes. La colaboración dentro y entre departamentos se vuelve crucial para lograr llegar a los objetivos marcados, con desgastes compartidos.


Ante situaciones de crisis deportiva o económica, buscan el consenso en las acciones a ejecutar, sino se llega a consensuar, el diálogo y el acuerdo toman el protagonismo hasta que la junta directiva acuerde. La diversificación del trabajo en áreas o comisiones también facilita que las tareas y las ideas convivan de forma sana sin provocar fricciones que desestabilicen. El riesgo viene cuando la velocidad del crucero aumenta, el proyecto crece en fichas, disciplinas y repercusión y no todo el mundo tiene el mismo aguante como para ir a esa velocidad. Es cuando en la entidad deportiva comienzan a salir y entrar personas de forma natural. Y los recién llegados tienen que no sólo estar a la altura de las que salen, sino que además tendrán que ser tan o más colaboracionistas que las salientes.


Por lo tanto dos modelos distintos que conviven dentro los cuadros de mando del deporte del siglo que vivimos y que afrontan el futuro con perspectivas y fórmulas diferentes pero con objetivos muy parecidos.

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